Feminismo del Pueblo












Isabel Salfate
Recoleta

La revista ilustrada y la compañera llena de medallas académicas feminista habla en la radio y en la televisión sobre “mansplaining”, “gaslighting”, “feminismo de segunda ola”: nada entienden sus vecinas de esa lengua que no le es propia.

Discursos de privilegiadas, nuevas brechas en la vereda que reconocemos como indispensable del feminismo. Canciones en primera persona que no cantan sus compañeras de otra clase, de otro territorio, de la realidad predominante pero una y mil veces excluida. Mujeres de pueblo desplazadas.
Isabel se cansó de ver como hay mujeres que en el dialecto del privilegio voraces ocupan la tribuna como voz irrefutable.
Para ella ser parte de la organización “Las pobladoras” en Recoleta es una acción asociada a lo que se denomina militancia de territorio, que reivindica las posiciones de las mujeres sencillas del barrio como agentes protagonistas de la historia que se despliega día a día en lo habitual de sus luchas cotidianas.
Isabel sabe del esfuerzo de las mujeres por sacar a sus hijos adelante, por estirar presupuestos agobiantes y por buscar entre las ollas y el aseo, un espacio de libertad para hacer florecer sueños propios, en donde ser mujer sea una oportunidad y no un obstáculo.
Cada una de esas tertulias y conversaciones con las mujeres de su territorio le ha enseñado sobre la resistencia solitaria de ellas ante el machismo. Cada palabra que escucha de esas bocas es una evidencia de cómo históricamente han bajado la mirada como si fueran casi un bien material para el marido o el hombre que lleva el sustento a la casa.
Son esas mujeres la espalda florida en la que se sostiene nuestra gente para no morir abrumada en un país desigual, por eso Isabel va con sus compañeras casa por casa golpeando puertas para convocarlas, para conectarlas, para con su sonrisa bella anunciar la buena nueva: no están solas.
Con el apoyo de ella y sus compañeras alientan a que la historia cotidiana cambie, pues esto ya no debe continuar, por las hijas, las nietas, por las nuevas generaciones, por el nuevo Chile.
Isabel reteje lazos que con ellas conspira y de a poquito también conversan de palabras que antes les parecían tan lejanas y que ahora por fin logran comprender, porque existen español, porque las han vivido, porque son pan de cada día.
En medio de sus espacios protegidos se comienza también a reconocer y valorar el trabajo doméstico y de cuidado como un factor indispensable y primordial dentro de la familia y la comunidad.
Isabel es trabajadora social por esencia, lo habría sido igual aun cuando nunca hubiese pisado la universidad. Su sentido de vida está en la obstinada misión de sembrar en su territorio el buen vivir.

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