El metal que la forja (María Graciela, Valdivia)


Camina segura como las mujeres que desde niñas comienzan a tomar las decisiones que trazarán su destino.

Durante más de veinte años día a día trabaja como funcionaria bancaria para sacar adelante a su familia codo a codo con su segundo marido y sus hijos. Vida de esfuerzo que en el andar ve brotar los frutos de la dedicación y el esmero por dar a su familia lo mejor de sí.

Ella es mujer de energías que se renuevan sin detenerse, que no teme a los nuevos desafíos. Por eso, cuando deja el banco, asume con entusiasmo la tarea de trabajar en la cervecería que su marido ha formado con otros socios.

Parte de cero en un espacio que está decidida a proyectar y a hacerlo próspero en el tiempo.

La nueva tarea requiere de toda su dedicación, de horas de trabajo para velar por cada detalle que permita instalar la cervecería dentro de los espacios favoritos de los y las clientes locales y también de los miles de turistas que visitan la ciudad en verano.

Su esfuerzo y el de su equipo logran posicionar el negocio, los clientes y clientas valoran su servicio y la calidad de sus productos. El esmero de todos, no ha sido en vano.

En octubre de 2019 estalla la ciudadanía y luego la pandemia obstaculiza todo lo planificado.

Se cierra el espacio, se reabre y se debe despedir a varios colaboradores. Las deudas acosan, son tiempos difíciles, pero ella sigue trabajando de sol a sol, gerenta y obrera de su proyecto y en la búsqueda de opciones para salir adelante, sosteniendo las riendas del local para seguir el camino que se ha trazado. No será fácil, evidentemente costará, pero ella poco sabe de rendirse.

Hay algo en su mirada y en el metal que la forja que explica casi sin necesidad de las palabras que ella es de las mujeres que persisten, que no se rinden con facilidad ante lo adverso. Ella nació inevitablemente para dejar huella.

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